El Golf y su personal Naturaleza
Como señalamos en él articulo anterior, el deporte moldea, templa organiza y ordena la vida del hombre. De echó el deporte nos coloca en el centro de nuestra propia naturaleza, asociándonos con el medio y permitiéndonos ejercitar nuestra propia competencia y con los otros. Por otro lado, el deporte sostiene no sólo el ecosistema social en una suerte de equilibrio positivo en cuanto permite y estimula la catarsis emocional de grandes masas de personas, sino que no interviene de ningún modo en la destrucción de los ecosistemas naturales.
Muy pocos son los deportes a los que podemos calificar de “contaminantes del medio ambiente”,siendo éstos los más sofisticados y los que utilizan medios mecánicos actualizados.
El golf es la generosa excepción ya que, para jugarlo, hace falta una saludable geografía. Es así que, de todos los deportes conocidos el nuestro es el que trata a la naturaleza en la forma más respetuosa y afectiva.
Naturaleza y deporte se hallan íntimamente mancomunados, hasta el punto de no poder darse ninguna actividad sin usar el medio ambiente como “lugar”imprescindible de realización. El golf aúna a su naturaleza la naturaleza misma.
Si bien la misma naturaleza, fenomenológicamente, aparece dualizada, el deporte indica bien a las claras que este dualismo proviene de la lectura que el hombre hace de la misma.
La distinción intelectual entre ser vivo y ambiente es una paradoja insostenible. El golf, de este modo, posibilita el encuentro organizado del hombre con su propia naturaleza, la del otro semejante y con la misma naturaleza, que a esta altura se ha convertido en un “paisaje” interno de insoslayable y benéfica influencia global sobre la salud humana.
El deporte así, permite una vía de autorrealización dentro de un sistema de “cosas” al que siempre hay que conquistar.
Desde otro punto de vista, la medicina psicosomática, interesada en las interrelaciones entre el cuerpo y lo psicológico, ambos intrincadamente unidos y que son paralelos, ha mostrado que esta dualidad heredada de la filosofía y que persiste todavía en nuestros sistemas de pensamientos, rigiendo y condicionado numerosas actividades, son sólo dos partes de un mismo fenómeno. Este fenómeno puede a su vez ser dividido en tantas partes como sus especializaciones lo requieran. Considérese que en una enfermedad actúan factores, físicos, químicos, psíquicos, familiares, sociales, profesionales, etc. Esta división sólo en dos partes o en tantas como especializaciones haya, permite diferentes lecturas de un mismo “objeto”: el hombre.
No hemos hablado aquí de dualismo mente / espíritu porque esto forma parte de otro contexto. Por lo demás parece, hasta el momento que las doctrinas materialistas y espiritualista, tán polarizadas a lo largo de la historia, pretenden continuar manteniendo sus distancias. No será “casualmente” en el deporte que encontremos esta división, sino por el contrario, es en la actividad deportiva, (recordaremos: “Mens sana in corpore sano”) donde podemos ubicar con claridad esta interesante unidad que poco o nada tiene que ver con la dualidad a la que nos hemos referido anteriormente.
El deporte es, por sí mismo, un organizador vital que otorga e incrementa la identidad y la unidad global de la personalidad. Toda actividad deportiva intentará, de hecho, la complementariedad armónica de lo físico y lo psicológico. La razón que estará del lado del análisis y la intuición que acompañará a la creatividad serán soportes naturales de todo deporte, tal como lo fue, en una de sus fuentes de inspiración, el juego infantil, el que contiene ya potencialmente todas las futuras características tanto del trabajo como el deporte. El golf es un notable paradigma de armonía y creación.
Por medio de la razón el deporte accederá al cumplimiento de las normas que regulan el deporte, mientras que la intuición le permitirá una percepción directa de lo más esencial del mismo. La misma actividad creadora se nutrirá de estos aspectos consistentes del hecho deportivo. Esta intuición que haya una relación directa con la capacidad introspectiva del deportista le permitirá” darse cuenta” rápidamente, instantáneamente, de una situación que debe ser aprovechada. El momento previo al “golpe”es un digno ejemplo de esta situación de iluminación. La intuición de un deportista se manifiesta en forma inmediata en su acción, en la resolución de una situación peligrosa, en la habilidad con que hace uso de una oportunidad, obviamente no exenta del necesario cálculo racional. Ambos aspectos conforman parte indisoluble de la naturaleza humana y son claramente observables y verificables en la experiencia golfistica. Es aquí donde el mal llamado “ocio del golf” se convierte en aspecto creativo en función del buen aprovechamiento de estos “recursos naturales” que le hombre posee en forma innata y que este deporte posibilita.
Cualquier deporte es un excelente organizador con todas las consecuencias que cabe imaginar. Es desestresante, tranquilizador, apaciguador, preventivo, saludable. Obviamente que aquí nos estamos refiriendo al deporte practicado en forma activa y no como meros espectadores, aún cuando hay casos en que estos”meros espectadores”, dan origen a la violencia que es notable en los últimos tiempos, donde las personas masivamente muestran, amores, odios y pasiones, cuando no luchas violentas con degradantes consecuencias sociales.
Son aquellos deportes con asistencias de grandes masas de personas los que con mayor habitualidad convocan a este tipo de reacciones incontroladas ya por la misma estructura de masa como por otros móviles”non sanctos” que nada tienen que ver con lo que hemos denominado anteriormente “la dignidad del deporte”. Dignidad ligada a la estructura del golf.
Pero en el golf existen excepciones; su naturaleza sugiere a las personas que lo practican y a las que acompañan al juego, una actitud respetuosa y amable para con el medio, para con el jugador, y para con-sigo mismo. En el golf, rara vez se pueden observar reacciones desmedidas, salvo una que otra vez”palos en el aire” y alguna secreta palabra referida a un tiro errado o a una pelota demasiado cerca del hoyo pero”no, lo suficiente”.
Cuando se conocen los intrínsecos resortes que acompañan al golf se podrá observar que, es intrínseco a la naturaleza del golf, el gusto por la naturaleza, dentro de un paisaje tanto físico como humano, en el que se pueden conjugar el placer, la razón y lo social, conformando un”tean” de una de las mejores calidades deportivas.